jueves, 14 de abril de 2011

EL TRIDUO PASCUAL: Celebración y teología


1.     1.   Celebración y teología[1]

Los actuales libros litúrgicos, para indicar el periodo que tiene inicio desde la Misa “in Cena Domini” del jueves Santo, tiene su fulcro en la Vigilia Pascual, y termina con las vísperas del domingo de resurrección, usan la expresión moderna “Sacrum Triduum Paschale”, no anterior al año 1930. El Triduo de la pasión y de la resurrección del Señor  esplende al vértice del año litúrgico. El triduo pascual, tomado globalmente, conmemora el misterio de la muerte y resurrección de Cristo, en su unidad y en sus fases sucesivas. Esquemáticamente podemos resumir las celebraciones de los diversos días den Triduo Pascual en el modo siguiente:

Proemio (tarde del jueves santo):
La cena                                la pascua ritual                        la misa in Cena Domini

Triduo Pascual propiamente tal (Viernes, sábado y domingo)
La Cruz                           la inmolación de Cristo                la celebración de la pasión
El sepulcro                       el reposo de Cristo                    el oficio de oración
El sepulcro vacío              la resurrección de Cristo            la Vigilia pascual

(vemos)                              (conmemoramos)                    (celebramos)

1.1. El Jueves de la Semana Santa

Dos son las celebraciones principales de este día: la Misa Crismal en la mañana  y la Misa vespertina in Cena Domini con la que se abre el Triduo Pascual.

La Misa del Crisma es presentada por la rúbrica del Misal Romano del 1970 con estas palabras: “Esta Misa, que el Obispo concelebra con su presbiterio y en la cual se bendicen los Óleos sagrados, debe ser la manifestación de la comunión de los presbíteros con su Obispo. Conviene, pues, que todos los presbíteros, por cuanto sea posible, participen en ella y reciban la comunión bajo las dos especies…”

La deriva clerical de esta rúbrica se ha incrementado por la inserción de la celebración de la “renovación de las promesas sacerdotales”. Pero notamos que el prefacio de la misa hace una lectura más amplia cuando, entre otras cosas, dice: “Él (Cristo) no solo comunica el sacerdocio real a todo el pueblo de los creyentes, sino que con afecto de predilección elige algunos entre los hermanos y mediante la imposición de las manos  los hace partícipes de su ministerio de salvación”.

La Misa del Crisma debería ser vista, pues, casi como la epifanía de la  Iglesia, cuerpo de Cristo orgánicamente estructurado que en los varios ministerios y carismas expresa, por la gracia del Espíritu Santo, los dones nupciales de Cristo a su Esposa peregrina en el mundo. Se trata no dolo de la fiesta de los presbíteros, sino de todo el pueblo sacerdotal.

La Misa vespertina in Cena Domini tiene un carácter festivo, unitario y comunitario. Ella celebra la institución de la Eucaristía que mira hacia la Cruz y la resurrección. Corresponde al modo con que Cristo nos ha entregado la Eucaristía: en la última Cena Jesús anticipa en el rito eucarístico su oblación en prospectiva de victoria. Los momentos fundamentales de la celebración vespertina del Jueves santo son: la Liturgia de la Palabra; el lavatorio de los pies, a elección; la liturgia eucarística; la reposición del Santísimo Sacramento; la denudación del altar (hecha en silencio después de la celebración).

Una rúbrica del Misal prescribe que en la homilía se expliquen a  los fieles los principales misterios conmemorados en esta Misa, es decir, la institución de la Eucaristía y del sacerdocio ministerial, como también el mandamiento del Señor sobre el amor fraterno. Es de notar al respecto, que el sacerdocio ministerial y la caridad, constituyen los componentes irrenunciables de toda celebración eucarística. Cristo nos ha dado su Pascua en el rito eucarístico que exige, de nuestra parte, el servicio y la caridad fraterna (en este contexto se podría colocar el rito del lavatorio de los pies). Dada la multiplicidad de elementos que confluyen en esta celebración, es importante hacer de ellos una lectura unitaria. Por cuanto toca a la institución de la Eucaristía, esta debe ser leída -  a la luz de la antigua tradición romana – como la entrega (traditio) a los discípulos que el Señor ha hecho de los misterios cultuales de Su Cuerpo y de Su Sangre, para que los celebraran. El Hanc igitur propio del Misal Romano se  expresa en este modo: “tradidit discipulis suis (entregó a sus discípulos…) Corporis et Sanguinis sui mysteria celebranda”. La celebración vespertina del Jueves Santo es recuerdo (memorial, anamnesis) del momento en que, antes de entregarse a la muerte, Jesús confió (entregó) para siempre a Su Iglesia el nuevo y eterno sacrificio, convite nupcial de su amor, para que esta lo perpetuase en su memoria.

Pero notemos que la verdadera Eucaristía  de la Pascua es la de la Vigilia Pascual. Es, pues, justo cuanto afirma la Redemptionis Sacramentum al n.87: “Es poco apropiado administrar (la primera comunión) el Jueves Santo”. Por cuanto respecta a la reposición del Santísimo Sacramento, son sabios los criterios dados por el Directorio sobre  piedad popular y Liturgia, al n. 141, cuando, entre otras cosas, dice: “en referencia al lugar de la reposición y en su preparación, no se le dé aspecto de un lugar de sepultura; de hecho, el tabernáculo no debe tener la forma de un sepulcro o de una urna funeraria…”. El actual Misal Romano dice  que, al final de la celebración, sigue el despojamiento del altar (quitar los manteles), y se ha suprimido el Salmo 21 que antes se recitaba al final.


[1] Augé, M. L’anno Liturgico, LEV, Città del Vaticano 2009, 140-144

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